Ni debajo del agua

Fíjate en esto: la Tierra tiene un 97,5 % de agua salada.
Solo el 2,5 % es agua dulce… y lo más triste:
solo el 1 % es apto para el consumo humano.

Para que veas que hay nombres absurdos para todo.
Aun así, se llama Tierra.
La suma es lógica, pero el origen del nombre es falso.
Como vivimos sobre la tierra firme, y como el cerebro toma atajos mentales (sesgos cognitivos), pues se quedó con “Tierra”.

Esos mismos sesgos son los que no nos dejan ver ciertas cosas.
Por ejemplo: cuando nos comunicamos.
La gente anda tan metida contando su historia y alimentando su ego, que ni siquiera piensa en cómo diseñar la percepción del otro en una conversación.

Pasa mucho con la gente que habla sin parar.
Ni debajo del agua se callan.

La voz humana usa aire para transmitir sonido.
Y aunque en el agua el sonido viaja más rápido,
si abrimos la boca bajo el agua, nos ahogamos.
No podemos soltar aire libremente.
No tenemos branquias, como los peces.

¿Y para qué toda esta explicación?
Porque lo que menos necesitas hacer para hablar es justificarte.

Eso lo vas a entender cuando ejerzas, desde el respeto, tu libertad para decidir…
y la autoridad que te da el autocontrol.

Se trata de estructurar mejor lo que vas a decir.
La gente no entiende la sinceridad extrema.
Le molesta la diarrea mental de los demás.
Y por sesgos mentales, va a ignorar la mayoría de lo que digas.
Solo recordarán lo que les movió una emoción, positiva o negativa.

Dicen que las mejores palabras son las que no se dicen.
No es autocensura.

La próxima vez que vayas a hablar,
piensa si tienes branquias para nadar en esas aguas profundas…
o si eres un simple mortal que puede morir ahogado en sus propias palabras.

Recuerda: las opiniones son como el culo…
Todos tienen una.

P.D. Si vas a dar una, que sea para construir.