Mas atrevida que madre…

16. agosto 2025 | 

sermoneando malandro

Fíjate en una cosa:
Las madres que entienden la responsabilidad de serlo, se toman la tarea en serio. Quieren formar algo bien hecho, corregir lo que ellas vivieron mal y, de paso, protegerte de los mismos rechazos que sufrieron.

Pero… la vida no funciona así.
La mayoría de los golpes que nos hacen crecer son precisamente los que ellas no pueden evitar.

Y aquí viene la historia:

Una noche, mi madre se atrevió a reprender a un malandro. Sí, así de osada. Sin saber si estaba armado, lo encaró con las manos en la cintura y el dedo apuntador, preguntándole qué hacía escondido detrás del sillón.

El hombre, asustado, le rogaba que no lo entregara. Mi madre, como si fuera su hijo, le decía:
“¡Eso no se hace!”.

Mientras tanto, la casa rodeada de patrullas. Resulta que el tipo había robado el carro de un policía (ladron que roba a ladrón, ya sabes…).

Mi hermano, inocente, solo bajaba a abrir la puerta con la toalla en la mano, cuando veinte policías lo tiraron al piso como si fuera el mismísimo fugitivo.

Y ahí salió mi madre, en plan general:
“¡Muchacho, qué hacéis tirado en el piso! Anda a bañarte ya”.
Todo esto delante de veinte policías apuntando a todos lados… y el verdadero ladrón ya había saltado techo, bahareque y lo que hiciera falta para volver a su casa a llevarle leche a su hijo.

Ese atrevimiento —regañar a un malandro como si fuera un niño— solo se le ocurre a mi madre. Y lo más increíble: salimos todos ilesos.

PD: Si hubiese sido malandro de verdad, no estaría yo contándote esta historia.

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