La verdadera competencia es

27. agosto 2025 | 

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No hay verdades absolutas. Y lo que vas a leer tampoco.

La incompetencia es simple: no saber hacer bien las cosas. Falta algo —conocimiento, método, disciplina, autocrítica, atención al detalle— y sobra ruido. Hablar sin escuchar. Vender sin observar. Saludar sin mirar a los ojos. No hace falta ser un genio, hace falta preparación: probar, medir, aprender.

La incompetencia se nota en segundos. Apesta. Y cuesta caro. El incompetente no solo no sabe lo que hace: tampoco sabe que no sabe.

Lo ves todos los días. En la oficina, gente que se sienta ocho horas al día sin entender por qué. En las relaciones, personas incapaces de leer lo más básico: un silencio, un gesto, una mirada. Se creen encantadores y son un desastre. Hablar con ellos es como bailar con un sordo.

La incompetencia social es igual de evidente: el que no escucha, el que solo habla de sí mismo, el que trata mal a quien podría ayudarle. No es brillantez lo que falta, es humanidad. Porque la verdadera competencia es mucho más simple de lo que parece: estar presente, no ser un imbécil, dejar que el otro respire.

Al final, la competencia no es otra cosa que eso: saber vivir.

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