El pulpo se mueve…

El pulpo se mueve porque tiene un motor en la cabeza. Fue la explicación de mi hijo.

Nunca vi necesario aprender sobre la naturaleza en una ciudad de cuatro millones de habitantes. Si lo más probable es que te toque pasarle la lengua a una pared de concreto… Imagino que para saber que hay animales venenosos y que el Aedes Anopheles transmite el dengue. Sí, los de las medias pantis con rayas blancas y negras.

Qué lindo es sentarse a hablar con un niño, y más si es tu hija o hijo. Los lunes por la tarde son solo para prestarle atención a él, pero hoy ha decidido cuidarme y se ha sentado a mi lado a leerme un libro, a explicarme la anatomía del hábitat marino, cual Octonaut.

Yo lo escuchaba atenta… Su lectura sobre las galaxias seguía hasta que, de repente, había una oración que no entendía. Pregunta, insistente:

—Mamá, mamá… ¿qué significa que dos galaxias, cuando chocan, se crecen?

Era una necesidad imperiosa aclarar eso que no había entendido, así que le expliqué por qué las galaxias crecen al colisionar. Siguió escuchando, y entre página y página… llegamos al pulpo.

Saben deliciosos, pero verlos me da asquito, y mucho más cuando inflan su cabeza para moverse. Como soy lenta para entender estas cosas, mi hijo, con un lenguaje sencillo, me lo explica:

—Ellos agarran el agua del mar y luego la expulsan de su cabeza.

—¡Ah! ¿Como un turbo?

—No, como un motor. Como si tuvieran un motor. ¡La fuerza del agua los desplaza!

Clear Clare? All right!

Solo me vino a la mente que así debemos ser. Como el pulpo.

Napoleon Hill, que lo menciono a cada rato, tiene un libro que dice Piense y hágase rico. Por eso. Porque el motor está en la cabeza.

Que te sirva para encender tu motor.

«Todos somos ignorantes, solo que no todos ignoramos las mismas cosas.» – Albert Einstein.