De un tequeño crudo…

18. diciembre 2024 | 

un pan de jamón

La inmigración me enseñó algo que no sabía de mí: unir los puntos, como decía Steve Jobs.

Trabajar en un restaurante fue mi universidad. Aprendí de todo: control de calidad, optimización de procesos, marketing y hasta copywriting. Y lo mejor de todo es que no tenía ni idea de que esas lecciones eran tan importantes como la vida misma. Porque las uso todos los días.

El plato navideño venezolano ya es internacional. ¿La razón? Ocho millones de venezolanos regados por el mundo que llevan las gaitas y la sazón bajo el brazo. Lo que más nos delata en cualquier mesa es el pan de jamón.

En octubre, las panaderías en Venezuela ya están oliendo a Navidad. Empiezan a sacarlo «como pan caliente», y lo comemos en todas partes y a toda hora: con la cena, con una hallaquita, con ensalada de gallina o como pasapalo. Si te descuidas, te quedas sin él. Había que encargarlo con tiempo.

No se concibe una Navidad sin hallacas, pero menos aún sin pan de jamón. Podrá faltar el pernil y se improvisa con un asado negro, pero el pan… el pan es sagrado.

Claro, también hubo años en los que no hubo Navidad. Porque, como dice Daniel Lara Farías, el sistema de tres patas nos la robó. Y no solo la Navidad, nos ha robado mucho más allá y aquí, aguantando, para no llorar.

La nostalgia me llevó a probar recetas, y 15 años después, el pan de jamón que hago con mis manos es el favorito de mis F&F en Vorarlberg, Austria. Es mi forma de traer un pedazo de Venezuela a donde estoy, aunque la distancia pese y el frío no se compare con el calor de mi tierra.

Extraño mi país, extraño mi gente. Y en esta Navidad solo puedo desearles lo mejor:
Salud, unión familiar, buenos amigos y prosperidad para el año que viene.

¿Y el pan de jamón pa’ cuándo?

¡Porque si no hay gaitas, no es Navidad!

La tardanza es que arranque el cuatro…

¿Qué te parece? Te leo aquí abajo.

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