Cómo lograr que la vida siempre …

25. agosto 2025 | 

te sirva caliente

Hay un libro que seguramente conoces: El arte de la guerra. Trece capítulos, principios, tácticas y estrategias que durante siglos se han aplicado al liderazgo y a la victoria.

Con los años, otros autores jugaron con el mismo título: El arte de vivir, El arte de volver a empezar, El arte de no hacer nada, El arte de la incertidumbre. Y hoy propongo otro: El arte de saber pedir … y de saber servir.

Porque en la vida, como en un bar o en una pizzería de pueblo, hay dos momentos que enseñan más que cualquier manual de autoayuda: cuando te toca servir y cuando te toca pedir.

Primero, servir.

Imagina a un turista inglés y a un español en la barra. La vendedora tiene dos tortillas: una recién hecha y otra fría, ya cortada.

¿Quién recibe qué?

El inglés, que quizás probaba su primera tortilla, se lleva la fría. El español, que sabe de sabor, la caliente.

¿El problema? Al turista había que conquistarlo para que recomendara el lugar. Al local, había que cuidarlo para que regresara.

Y ahí está la lección: nunca sabes quién volverá… ni quién hablará de ti.

La tortilla no era solo un pedazo de patata. Era una oportunidad de fidelidad perdida. No subestimes un gesto pequeño. Un turista que recibe lo mejor de ti se convierte en embajador de tu marca. Un cliente local bien atendido se transforma en fiel.

Luego, pedir.

Muchos creen que por pagar tienen derecho asegurado.

Pero la autoridad también está del lado del vendedor. Si no quiere venderte, no lo hará.

Una madre con dos hijos hambrientos lo entendió bien: no se rindió ante el cartel de “No más pedidos”. Con su francés precario apeló a lo esencial: “Tengo dos niños que necesitan cenar”. No salió con dos pizzas, salió con tres. Donde otros vieron un muro, ella encontró una puerta.

Y aquí está lo que nadie te dice: la vida siempre está mirando cómo tratas y cómo pides. Sirves mal, pierdes. Pides mal, te cierran la puerta.

La empatía abre puertas donde la lógica dice que ya estaban cerradas.

Dos lecciones sencillas, un mismo mensaje: si aprendes a servir y a pedir con inteligencia, la vida siempre te recompensará. Y lo hará en caliente.

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