Satisfecho, contento, conforme o …
19. octubre 2024 |
Ninguna de las anteriores.
¿Alguna vez has ido a una comida, fiesta, intercambio de networking o lo que sea y, en lugar de disfrutar, te has dedicado a contar los “peros” de cada conversación? Ya sabes, esas personas que contrastan absolutamente TODO, como si fueran jueces de la contradicción mundial.
Estaba yo, felizmente masticando mi empanada, cuando de repente escucho a un señor quejándose literalmente de tener mucho trabajo. «¡Es que la carga va en ascenso!», decía con drama digno de telenovela, «que no encontramos el punto de equilibrio, o es un montón de trabajo o no hay ni para un café.» Y ahí estoy yo, pensando: «¿Un punto de equilibrio? ¡Yo solo quiero que mi empanada no se caiga al plato!»
Pero, espera, otro tipo en la mesa lo interrumpe y suelta su sabiduría: “Bueno, pero es que si te baja el trabajo, entras en crisis, porque con poco trabajo nadie cubre los gastos, ¡y eso sí es un drama!”. Claro, claro… más gastos con menos trabajo, porque las cuentas son como gremlins, se multiplican solitas. ¡Qué simpáticas!
Y entonces, como si alguien hubiera encendido un micrófono invisible, llega el tercer acto del show: una persona que está en paro se une al coro de las lamentaciones. «¡Buscar trabajo es peor que correr una maratón descalzo!» –cuenta– “Mi jefe estaba tan contento conmigo como un gato en la ducha… y pues, fui despedido antes de poder decir ‘¡que venga el cambio!’”. Y ahí pensé: «¿El cambio? ¿No será que te tiraron con las monedas por la puerta?»
Pero la cosa no para ahí. Se suma la amiga emprendedora, que está montando un negocio pero no puede renunciar a su trabajo fijo. «¡Tengo que esperar a que el negocio despegue!”— dice, como si estuviera piloteando un cohete espacial. Y yo, saboreando mi postre, pensaba: «¿Despegar? Ojalá despegue, porque si no, aquí te vas a quedar con el traje de astronauta.»
Luego, aparece el gran maestro zen de la mesa, que estaba contando cómo le quedan unos años para la pensión. “Trabajo medio tiempo, pero no tengo tiempo. Estoy construyendo una casa y luego tengo que ayudar a mi hijo con la suya.” Pausa dramática… ¡Y yo ya lo veía usando un casco de construcción, con una pala en una mano y un reloj roto en la otra! Porque claro, el tiempo es como el café en la oficina: nunca hay suficiente.
Y así, uno tras otro, fueron llegando las historias, contrastando blanco con negro, cuando de repente veo los grises emerger como si de una pintura abstracta se tratara. Al final de la noche, no quedaban verdades absolutas, solo un montón de posibilidades (y algunos confusos). Y, como me dice mi padre siempre: «Todo es posible y un problema tiene de una a mil soluciones.»
Entonces, mi querido lector, la pregunta final es: ¿Vas a buscar la oportunidad en cada situación o vas a ser de esos que encuentran un problema para cada solución? ¡Porque si es así, amigo, cuidado, que en la próxima fiesta te voy a sentar al lado del señor del equilibrio laboral y su club de los quejumbrosos crónicos!
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