Estés de acuerdo o no …
4. noviembre 2025 |
mira alrededor
La peor enemiga de una mujer es otra mujer.
Si no me crees, métete en las redes sociales y lee los comentarios.
Hazlo. Pierde el tiempo si quieres.
Warren Buffet dijo una frase —o la dice, da igual— que deberías tatuarte en la frente, en la mano o en el ombligo.
Sobre todo si eres de esas que aún creen que A la Tierra gira alrededor de tu ombligo … y no alrededor del sol.
La frase dice así: “Si no puedes controlar tus emociones, no puedes controlar tu dinero.”
Piensa en esto:
Si ves a una persona riendo a carcajadas en un restaurante, llegará un momento de la noche en que estarás de acuerdo con el de seguridad para que la saque del lugar.
Seguro lo has visto, como yo.
Y no has hecho nada, porque esa risa desbordada —esa carcajada de verdad— te parece ordinaria.
Proletaria.
Te da urticaria, porque en el fondo, te pica tu propia infelicidad.
Dime algo:
¿Desde cuándo no te ríes a carcajadas con algo que de verdad te mate de risa?
Si ves a alguien llorando de dolor, gritando porque no soporta el alma rota o porque se ha machucado un pie, le pides que se controle.
Una manera delicada de decirle: reprímete.
Lo primitivo es ordinario, sí.
Pero son precisamente esas emociones primitivas las que nos llevan al éxito… o al fracaso.
Porque lo cierto es que, cuando una mujer ve gritar a otra, la tacha de ordinaria.
Si la ve reírse con la boca abierta, también.
Y si la ve llorar desconsoladamente, llama al psiquiátrico sin dudarlo.
Cómo llorar y cómo reír —eso no está normalizado.
Y provoca urticaria.
Vivimos en un mundo lleno de pensamiento positivo mágico y pendejo.
Y reprimirse es tan tóxico como desparpajarse para llamar la atención de manera grosera.
No estamos preparados para ser felices con la felicidad de los demás.
Nos sentimos poderosos cuando vemos llorar a otros, porque así podemos ignorar nuestras propias miserias y sentirnos un poco mejor, sabiendo que a alguien le va peor.
Sé misericordioso. La vida ya es suficientemente pesada (contigo y con los demás)
P. D.: Las emociones se controlan cuando gastas, inviertes o piensas en dinero. Ahí es donde se nota quién manda: tú o tus impulsos. Ni tan tacaña que te dé miedo abrir la cartera, ni tan suelta que suenes como campana cada vez que cobras. Encuentra el punto medio. El dinero, como las emociones, se escapa de quien no sabe cuándo parar… o cuándo soltarse.
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