Maldito tinnitus
21. noviembre 2024 |
… dame el número ganador de la lotería
Las cosas que uno aprende trabajando en empresas o con otras personas son increíbles. Por ejemplo, el tinnitus. No es algo que necesites saber para avanzar en la vida, pero conocer que existe ya es un aprendizaje.
El tinnitus es cuando una persona escucha sonidos, como un zumbido, un pitido, o incluso un ruido como de shhhh, pero no hay nada ahí haciéndolo. Es como si tus oídos decidieran montar un concierto por su cuenta.
Al principio, yo ponía cara de «¿qué me estás contando?». He visto gente llorar y darse de baja del trabajo por el pitido, pero también he visto gente que vive normal y hasta se ríe del tinnitus.
Un día, sentada con varios compañeros, llegó el tinnitus a la conversación. El afectado, con toda la calma del mundo, suelta:
—Maldito tinnitus, si vienes, por lo menos dame el número de la lotería. Si es solo para joder, te puedes ir por donde viniste.
Todos nos quedamos mirándolo, hasta que alguien dijo:
—Pues yo le pediría el nombre del cliente que me va a comprar todos mis productos mañana.
Otro compañero añadió:
—Yo le pediría el del inversor que me va a hacer millonario.
Y de repente, una de las chicas que estaba ahí intervino:
—Yo le pediría que le quitara lo pendejo a todas esas mujeres que dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer.
Soltamos una carcajada colectiva y, claro, alguien le preguntó:
—¿Por qué esa frase, específicamente?
Ella respondió con toda la claridad del mundo:
—Pues no es solo esa frase, sino todas esas frases planas que la gente repite sin pensarlas.
Si es una gran mujer, ¿por qué tiene que estar detrás de un «gran hombre»?
Y si es tan gran hombre, ¿por qué no le da la mano y la pone a su lado?
Y si ella es tan gran mujer, ¿por qué no da un paso adelante y lidera a todos esos «gran hombres»?
¿Ves lo que te digo?
Es que la gente es pendeja por gusto.
La conversación se calentó, y ella continuó con ejemplos:
—Puedo hacer una lista: «Hay que arroparse hasta donde alcance la cobija».
¿Por qué?
¡Cómprate una más grande, cono!
Otro clásico:
—»Al que madruga, Dios lo ayuda».
Y ahí te ves, levantándote todos los días a las cinco porque lo leíste en un libro o por puro sentimiento de culpa. Con las ojeras tan marcadas que pareces un mapache profesional, los ojos tan cansados como si hubieras pasado la noche descifrando jeroglíficos egipcios, y una mirada tan perdida que parece que llevas dos décadas buscando al hijo de Limbert.
La verdad, todos terminamos riéndonos. Es que, al final, la vida nos pasa factura, pero como dijo uno ahí mismo:
—Haz de tus dolencias un chiste. A veces cuesta, pero ya sabes, «la práctica hace al maestro».
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¡Nos leemos pronto!
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