¿Quién quiere que la gente mienta?

Lo más gracioso es cuando la gente suelta: “las estadísticas no mienten”. ¡Claro! Y los unicornios existen.

 

¿Alguna vez te han hecho una encuesta y has respondido cosas que ni tú crees? Si estás pensando «sí, a veces», no te preocupes… no eres el único.

Imagina que te piden que pongas una calificación del 1 al 5 sobre algo que ni siquiera te importa.

Tal vez, en realidad, le darías un 2. Pero… ¡pobre de quien hizo la encuesta! Así que pones un 5.

Porque, bueno, ¿quién quiere ser “malo” con una simple encuesta? O tal vez te hacen una pregunta que no entiendes.

Pones lo primero que se te ocurre solo para pasar al final y olvidarte de eso.

Eso es lo que pasa cuando las preguntas no están claras o cuando te hacen sentir que hay una “respuesta correcta” y una “incorrecta”. Así, sin darte cuenta, empiezas a dar respuestas que no son del todo sinceras.

 

¿Y qué pasa con la privacidad?

Si sientes que alguien podría descubrir lo que respondiste… ¿no te haría pensar dos veces en decir la verdad? Este tipo de cosas hacen que la gente no diga lo que piensa realmente.

Al final, las encuestas están llenas de respuestas que suenan bien pero no siempre reflejan lo que las personas sienten.

Porque, ¿de verdad vale la pena ser honesto en algo tan corto y que parece no importar mucho?

Así que si quieres una respuesta real, tal vez deberías dejar de preguntar y empezar a hacer.

Si es un tema que está en boca de todos, la gente va a llegar sola, te va a preguntar, va a querer saber.

Y si no… pues solo vas a escuchar grillos, ver bolas de paja y, con suerte, recibir una opinión honesta.

Porque, mira, si empiezas a atraer a esos expertos de sofá, en bata y pantuflas, que viven del paro y apenas llegan a fin de mes, entonces…

algo estás haciendo bien.

Las encuestas  tapan los oídos… ¡porque escuchar al populacho es demasiado trabajo!

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